MILAN- "Ma io non sono mica un pirla " (Yo no soy estúpido).En la primera rueda de prensa de José Felix Mourinho, el portugués utilizó el dialecto milanés: algo importante y único estaba pasando. Primero para el mundo nerazzurro, y luego para el país entero.
Una rueda de prensa memorable, la primera de una larga serie que llenaría las páginas de los diarios de neologismos y análisis profundos que, acompañado de los buenos resultados en el campo, demostraría cómo el entrenador portugués habría cambiado el coaching moderno. Al mencionar a Mourinho, recordamos las imágenes del Triplete y de otras victorias. También de su despedida (aunque José sigue en el corazón de los nerazzurri), y como no, de la Champions League 2009-2010. Un abrazo, con lágrimas en los ojos, a Marco Materazzi, otro que siempre ha asociado una derrota a un plato indigesto.
En este fotograma está toda la filosofía del "Vate" de Setúbal: apego, maleabilidad y humanidad, fuertemente arraigados con un sentido ardiente y "profundo" de la redención. Muy del Inter. Hijo de un entrenador humilde que no tuvo suerte, con el que colaboró en la época del Rio Ave Futebol Clube, Mourinho nunca ocultó aprovecharse del componente psicológico, de tener una actitud hacia la innovación, ambas expresiones diferentes pero próximas a la estética racional. Transformarse a sí mismos, el auténtico "hombre de equipo".
"Hemos demostrado que podíamos perder este derbi sólo con 6 jugadores, porque con 7 íbamos a ganar igualmente". Otra declaración del "Special One", Era el 24 de enero de 2010, al anochecer de un derbi preparado a la perfección, jugado con inferioridad numérica y dominado por completo. La mejor manera de confirmar la supremacía interista en el campeonato italiano, y de celebrar su cumpleaños, 48 horas después de los goles de Milito y Pandev, Hoy, superados los 50, Mourinho es un hombre consciente de haber dado al mundo del fútbol lo que se esperaba de él, y de haber recibido mucho a cambio, a la sombra de la Madonnina: Dos scudetti de récord, una Copa Italia y obviamente, el título europeo, consiguiendo el sueño de la familia Moratti y de millones de aficionados. Un hijo, Massimo, que satisface las enseñanzas de su padre en la época de Helenio Herrera.
La Historia se crea y se renueva y en el Inter un trabajo así sólo lo podía hacer un personaje como Mourinho. Uno al que le gusta esperar y luego dejar su huella. No importa si pasó casi medio siglo para cruzarnos con él. Ni siquiera importa que, al volver a ver la final de Madrid, las lágrimas bañaran las sonrisas. José fue capaz de ir más allá de cualquier situación.
¡Muchas felicidades José!
Aniello Luciano
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