MILAN - "Para mí un futbolista es sinónimo de vagabundo. O ellos o yo en el barco" Esta fue la respuesta de Ruy Barbosa al ministro de relaciones externas, Lauro Müller, al alba del Campeonato Sudamericano de Selecciones 1916, lo que es la actual Copa América. Brasil, en plena primera guerra mundial, iba justo de embarcaciones, y necesita que alguien los "acercara" a Argentina para jugar contra los grandes del continente. Permiso denegado, largo viaje en tren y trofeo para la selección uruguaya de Isabelino Gradin.
Dejando a un lado esta anécdota, algunos años después, otro trotamundos, en este caso italianos, se instalaron en el sur del país, poniendo las bases de una ciudad con diplomático origen alemán, Lauro Müller, la ciudad natal de Éder Citadin Martins.
Descendiente de una familia de inmigrantes vicentinos que se trasladaron a Sudamérica para ganarse la vida en las minas de carbón, viajar y cansarse son dos verbos que forman parte de la estructura de ADN del delantero nerazzurro. El futsal, como para muchos brasileños, hace de genoma y de trampolín para el fútbol 11.
En el Moleque Bom de Bola, un torneo estudiantil del Gobierno de Santa Catarina para promover la cultura de la paz y la actividad deportiva en los territorios de barriga-verda, el adolescente Éder jugaba con la Criciúma, el mismo club en el que jugó Maicon Douglas Sisenando, y marcó un doblete. Con el Tigre jugó tres años, cayéndole en gracia a Luiz Carlos Barbieri, el cual apreció su velocidad y potencia, características con las que coincidía con Éder Aleixo, a pesar de una lesión importante (fractura en la clavícula), en el 2005 ganó el campeonato estatal pero su equipo bajó a Serie C en el nacional.
Luego llegó la llamada del Empoli, listo a la hora de anticipar a la competencia del Lecce de Corvino. Los toscanos lo incorporaron en la Primavera, lo hicieron madurar en el Frosinone y lo llamaron de vuelta en el 2009-10, en la temporada de promoción a la Serie A. Una categoría en la que Éder jugó también con el Brescia y el Cesena. A los aficionados de este último año, en la fiesta en el Olímpico de Turín y de Roma con las Rondinelle, se les declaró y dijo: "Sueño con un gol en San Siro".
Un deseo que se hizo realidad algunos años más tarde, con la camiseta de la Sampdoria, cuando marcó al Inter y al Milan. Goles amargos porque no aportaron puntos a los "Blucerchiati". Sin embargo, la celebración del pasado abril tuvo otro sabor, ya que el público que lo apoyaba era del Inter.
Con sudor y esfuerzo, Éder ha encontrado en el gol su propio idioma y en Italia, "El Dorado". Y el Inter sólo desea pavimentar de belleza su camino hacia Europa.
Aniello Luciano
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