MILAN - Que jugara de centrocampista defensivo, como en la época de Cusano Milanino, o por mérito de una intuición ganadora del entrenador Giuseppe Chiappella, de medio, el espíritu de Gabriele Oriali siempre ha seguido una única estrella: la que lo llevaba a recorrer kilómetros a lo largo y a lo ancho. No es por nada que Gianni Brera, periodista deportivo, lo rebautizó como Piper, como una marca de champagne. Mucho esfuerzo por los tres colores que honró: el negro, el azul, que lo llevaba también con la selección italiana, y el violeta.
Todos bañados por litros de sudor en la piel y con sus goles de autor como cuando el propio Lelé chutó hacia la cabeza de Boninsegna en uno de los derbis de la Madonnina más recordados por los aficionados de la Beneamata. Sumó títulos desde la Primavera a aquel Torneo de Viareggio conquistado junto al "hermano" Ivano Bordon, en 1971, en otro apasionado derbi.
Y eso que el camino del joven Lelé parecía otro: la infancia pasada en Como, dónde su padre, Secondo, aficionado juventino, había hecho el servicio militar y se había enamorado, las horas las pasaba en una barbería para ahorrar un poco de dinero. El fútbol en aquella época era sólo una pasión que llevaba a cabo en un campo de la provincia milanesa. Lo gestionaba Antonio Crippa, que explicaba que una vez llegó a un acuerdo con el Inter por 100.000 liras para cumplir el sueño de unj chico de 13 años animado por una increíble determinación.
Fue así como nació el amor de Oriali por el Inter. Un amor inolvidable, que duró 13 años y 392 partidos, el primero en el 1970/71, la temporada en la que Giovanni Invernizzi cogió a un equipo en dificultad y lo llevó a ganar el tricolor, el undécimo de la hisotria nerazzurra. En 1983, el Piper se fue a la Fiorentina, para jugar con el amigo Antognoni. En Florencia estuvo hasta el 1986/87, salvando al club del descenso. Luego empezó una carrera como directivo que lo llevó al Bologna, Parma, y de nuevo al Inter.
Una trayectoria generosa y simbólica. Un último detalle: en la primavera de 2010, en el Camp Nou, José Mourinho miró a Lelé a los ojos y le dijo: "haremos historia". Y fue así.
Aniello Luciano