MILAN - "Para estar en la portería hay que tener una pizca de locura en el cerebro". Esta era la teoría de Leigh Richmond Roose, portero galés que al principio del siglo pasado defendía los palos del Stoke City. El potente guardameta se lo expuso a Vittorio Pozzo cuando el futuro Comisario único de la nacional estaba en Inglaterra y estudiaba en el fútbol allí donde se había creado. Pozzo se quedó impresionado con Roose, que amaba los riesgos y parecía no tener miedo de nada. Locura, pero también valentía. Son las mismas características que el técnico biellese encontró, unos 25 años más tarde, en un portero del Brescia.Se llamaba Giuseppe Peruchetti, pero para los amigos con los que había crecido en Gardone Val Trompia, en provincia de Brescia, era simplemente "Bepi". En 1936 lo convocó con la selección para dos partidos contra Austria y Hungría. En verano de ese mismo año, la Ambrosiana-Inter lo fichó para sustituir Carlo Ceresoli, pasado al Bologna. Cuando llegó a Milán, Peruchetti tenía 28 años y una vida de sacrificios a sus espaldas. Se había quedado huérfano y había trabajado como obrero en varias empresas antes de convertirse en portero del "Rondinelle", registrando un récord de imbatibilidad (749 minutos) que en Brescia permaneció imbatido durante 79 años.
A Peruchetti no le faltaba coraje y locura. Se convirtió en célebre por sus salidas altas con el puño cerrado en los córners, en una época en la que el concepto de carga en el portero se prestaba a varias interpretaciones. Tenía reflejos fuera de lo normal, se decía en Gardone Val Trompia que Bepi era capaz de volar de un extremo al otro de la portería.Y para volar, es necesario una "pizca de locura en el cerebro". Con la Ambrosiana-Inter.en la que jugaba un magnífico Meazza, entre el 1936 y el 1940, ganó como protagonista dos scudetti y una Copa Italia, enamorando a aficionados y periodistas milaneses, que le pusieron el apodo de Pantera Negra,por sus paradas acrobáticas y por el color del uniforme que solía llevar. Le encantaba entretener a los compañeros con juegos de magia y odiaba colocar la barrera en las faltas: prefería ver el balón y jugar con la mirada del rival que estaba punto de chutar. En su existencia, historia y leyenda se mezclaron continuamente, porque Bepi sabía jugar también con las palabras. Y los amigos de Gardone decían que, en los partidos en los que no llegaba peligro a su área, luchaba contra el aburrimiento sentándose al lado del palo o, incluso, encima del travesaño.
Después de cuatro temporadas como jugador, se convirtió en entrenador de la Ambrosiana-Inter junto a Italo Zamberletti. Estuvo una sola temporada en el banquillo nerazzurro y luego decidió volver a jugar. Lo hizo con la camiseta de la Juventus, defendiendo la portería entre 1941 y 1944, ganando incluso una copa Italia. En la última temporada, no jugó ni un partido. Desde el 10 de octubre de 1944, con el nombre de batalla de Beppe, partió con la milicia partisana en la "Segunda División Langhe", donde acabó en prisión.
Sobrevivió a la guerra, y luego entrenó a la Reggina para volver a Brescia, donde continuó a vivir de fútbol. Hizo de observador y técnico en el AC Beretta, de charlatán para los amigos de Gardone, a los que siguió explicando sus historias. "En el fútbol he vivido 22 años inolvidables, a pesar de dos conmociones cerebrales y dos meniscos rotos. Y luego conseguí escapar de la guerra", dijo en 1987 en una entrevista. Pero Peruchetti era así, un sincero amante del peligro, preparado para todo con tal de volar. Murió el 25 de mayo de 1995, al caer por la ventana de su habitación en Gardone Val Trompia. Fue el último vuelo, esta vez trágico, para Bepi Peruchetti, Pantera negra con una pizca de locura en el celebro".
Davide Zanelli
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