No importan los palos o travesaños, la emoción de jugar sigue siendo la misma
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Desde pequeños aprendemos que para hacer una portería, basta con poner unos jerseys bien colocados en el suelo. Los palos pueden ser imaginarios y la posición de la escuadra en base a la altura del portero: si podía llegar, era gol, si no, fuera.
Entre el centenar de porterías utilizadas por los niños de Inter Campus, hay de dos tipos: pequeñas y torcidas, de hierro y de madera, móviles o diseñadas, cada una indirectamente símbolo de la realidad en la que se encuentra.
A pesar de las diferencias, lo que tienen en común son la garra del portero y la misma alegría del delantero cuando marca goles. Y poco importa si se tiene que volver a construir la portería, será una excusa para divertirse con los compañeros antes de retomar el partido.