CIUDAD DE MÉXICO - Hace cinco años que soy instructor en uno de los proyectos de Inter Campus dedicado a niños y niñas de etnia Triqui. Se trata de una población indígena que vive en un barrio pobre de Ciudad de México, lugar en el que nací y crecí.
Cuando los amigos de Inter Campus me propusieron participar en su visita a Chiapas, nunca imaginé que habría sido una de las mejores de mi vida.
Después de un largo viaje llegamos a Caracol IV de Torbellino de Nuestras Palabras, territorio autónomo zapatista de la región de Morelia. Nos recibió la Junta de Gobierno y la Comisión de Educación, a los cuáles les presentamos los detalles y objetivos de la misión de Inter Campus.En ese momento, nos indicaron el lugar donde íbamos a celebrar el curso de formación, que empezó con alumnos y educadores, siguiendo la metodología aprendida de los técnicos de Inter Campus.
Esa noche nos fuimos a dormir pronto: a pesar de que las condiciones de alojamiento no fueran las más cómodas, conseguimos dormir felices, disfrutando de los placeres de la vida.
Realizamos tres días de curso teórico y de entrenamiento en el campo, a partir de las 6 de la mañana. Las altas temperaturas durante el día complicaban la realización de entrenamientos. Para refrescarnos, nada mejor que un buen baño en el río Tzoconeja, un lugar fantástico que nos permitió soñar y reflexionar sobre la situación que viven las poblaciones indígenas zapatistas. Después de la teoría con los educadores locales, finalmente una cena a base de pan y café.
Esta magnífica experiencia me ha enriquecido como persona gracias también a los valores de este pueblo. De repente, apareció una procesión de indígenas zapatistas ancianos. Fuimos testigos de la celebración de la fiesta de la siembra de maíz alimento básico para la supervivencia de los habitantes de Chiapas. La atmósfera fue solemne cuando, dentro de la pequeña iglesia, los ancianos pusieron tributos, con la esperanza de que la siembra diera buen fruto. La iglesia estaba llena de niños en vestidos con los colores nerazzurri, adultos y ancianos. Todos oraban de pie, bailando lentamente en su lugar.
Adancito Bravo Rosales
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