MILAN - 27 de mayo de 1971, una fecha que me gustaría borrar pero no lo consigo. Acababa de cumplir dos años y el destino me privaba de mi padre, Armando Picchi.
Para todos es el Capitán del Gran Inter de Angelo Moratti, Helenio Herrera e Italo Allodi, una formación legendaria que divide la gloria en el Olimpo del fútbol italiano sólo con el Gran Torino de Valentino Mazzola.
Para mi, mi madre Francesca y mi hermano Gianmarco, en cambio, era "sólo " un embrión de marido y de padre, de cuya presencia hemos podido disfrutar poco.
Hoy, 45 años después de aquella fecha, sólo conservo un mero recuerdo, que con el paso del tiempo, se ha convertido en el recuerdo de un recuerdo: Él, enorme, de pie delante de mi en un largo pasillo, que lanza una pelota roja, y yo intento chutarla. Años después me han dicho que estábamos en Livorno, en la casa de mi abuela.
Hace más de quince años tuve la suerte de empezar mi carrera profesional en la oficina de prensa del Inter, tenía muchas ganas de anécdotas, curiosidades.A menudo le pedía a Mario Corso, Luisito Suarez, Giacinto Facchetti y Gianfranco Bedin que me explicaran cómo era mi padre. No aquel padre de las crónicas deportivas y , mucho menos, el que había fallecido prematuramente. En casa no lo podíamos nombrar porque sino, mi madre se ponía a llorar. Incluso hablar de él con mi hermano era doloroso. Porque perder a un padre a esa edad es también perder la dirección, perder el faro que te puede guiar en la vida y la roca en la cual apoyarte en los momentos más difíciles.
De sus compañeros de equipo a los que he citado anteriormente y con los que compartía oficina en la antigua sede de vía Durini, o aquellos que eran sus mejores amigos, como Tarcisio Burgnich, Aristide Guarneri y Sandro Mazzola, siempre intenté saber cómo era fuera de la rutina de los entrenamientos y partidos.
Durante estos años, gracias a los recuerdos de su hermana Mity,la cual me ha explicado cómo era Armandino de niño, adolescente, aspirante a jugador, y de sus compañeros de equipo, he creado el propio cuadro de mi padre que va más allá de la lectura deportiva narrada como el que fue el Gran Capitán.
El destino escogió una fecha increíble para llevárselo, con tan sólo 35 años, el 27 de mayo, justo el día que consiguió su mayor parábola deportiva, seis o siete años antes, conquistando la primera Copa de Campeones del Inter. Y hoy, como cada 27 de mayo desde los últimos 15 años, entraré en la sala de las copas sin que nadie me vea, y acariciaré esa copa, cerrando los ojos un instante, soñando que toco las manos de mi padre.
Leo Picchi
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